domingo, abril 27, 2014

Flash Mediterraneo













Dejo el bar donde estuve hablando un rato con Mauro Antakle. Ahora camino en medio de la  lluvia pensando  en la época en que era  habitual tomarnos una cerveza en bares  alejados de la zona céntrica.


Pero la cosa se modificó cuando fui a vivir al kilómetro  580, porque durante ese periodo resultaba normal cambiarme de casa una y otra vez.


Si me preguntas por qué razón lo hacía , solo puedo decirte que cargaba mis cosas en una camioneta y listo...allá iba .



Claro, el asunto tenía sus beneficios. Porque dejaba atrás la vieja historia.

Un nuevo lugar siempre implica nuevas amistades, además de poner a prueba tu capacidad para comenzar otra vida .


Durante los cinco años de estadía en el kilómetro 580 ni siquiera existió la posibilidad de cruzarme con Mauro.

 Si de vez en cuando creía verlo  reflejado  en cualquier persona que pasaba, me decía que esta clase de confusión ha sido y es habitual en mi vida ; tanto como  perder libros, no acordarme del sitio donde he puesto  la factura de  luz, del  agua... o mi ropa.

El rollo de dar vueltas preguntándome como un idiota ¨¿dónde puse el reproductor de música?¨, era y es una tortura;  pero con periodo de duración: 10 minutos, como máximo. Tiempo  que tardo en darme cuenta de que lo que busco está delante mis ojos.

Volví a la ciudad donde vive  Mauro cuando se agotó mi ciclo del km 580.


Una tarde de invierno, pasé por su casa.


Me detuve.


Golpee dos veces. 


A la tercera... desistí. 



Al año  nos cruzamos en la calle.


Hablamos.Caminamos.Nos metimos en un bar  a tomar algo. Salimos;  volvimos a caminar.


 ¨Una vez me  contaste que en la casa de U te mataron un perro¨, dijo  Mauro en algún momento. Sospechabas de tu vecino. Incluso lo describiste. 

Cuarenta años, alto, gordo, pálido, amante de los  cuchillos. Me hablaste de su madre. Ochenta años; obesa , como el hijo; pero con cara de poronga  ¿Por qué sospechaste de él? ¿Tenía alguna razón para matar al cachorro?¨



 Como el asunto formaba parte del pasado, sus preguntas  dispararon mis recuerdos.Entonces fue que vi al cachorro. 

El círculo negro rodeando su ojo izquierdo en contraste con el blanco del derecho; su hocico, sus ojos perlados, su andar por la casa. La puerta de entrada de ésta. 



El vidrio con  arabescos biselados; la bañadera, el amplio salón, la habitación repleta de libros; las otras habitaciones, la madre del tipo, el hermano; y Kristinka apoyando su pie izquierdo sobre mi nalga izquierda.

¨A lo mejor te equivocaste. Quizás te pusiste paranoico y pensaste `lo hizo él´.
 Esas cosas pasan ¨,  añadió  sonriendo.


Esas cosas pasan, repetí. El problema es que el perro apareció en el tacho de basura que estaba en la vereda. Tenía la cabeza separada del cuerpo. Lo degollaron.






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