Dejo el bar donde estuve hablando un rato con Mauro Antakle. Ahora camino en medio de la lluvia pensando en la época en que era habitual tomarnos una cerveza en bares alejados de la zona céntrica.
Pero la
cosa se modificó cuando fui a vivir al kilómetro 580, porque durante ese periodo resultaba normal cambiarme de casa una y otra vez.
Si me preguntas por qué razón lo hacía , solo puedo decirte que cargaba mis cosas
en una camioneta y listo...allá iba .
Claro, el asunto tenía sus beneficios. Porque dejaba atrás la vieja historia.
Un
nuevo lugar siempre implica nuevas amistades, además de poner a prueba tu capacidad
para comenzar otra vida .
Durante
los cinco años de estadía en el kilómetro 580 ni siquiera existió
la posibilidad de cruzarme con Mauro.
Si de vez en cuando creía
verlo reflejado en cualquier persona que pasaba, me
decía que esta clase de confusión ha sido y es habitual en mi vida ; tanto como
perder libros, no acordarme del sitio
donde he puesto la factura de luz, del agua... o mi ropa.
El
rollo de dar vueltas preguntándome como un idiota ¨¿dónde puse el reproductor
de música?¨, era y es una tortura; pero
con periodo de duración: 10 minutos, como máximo. Tiempo que tardo en darme cuenta de que lo que busco
está delante mis ojos.
Volví a la ciudad donde vive Mauro cuando se agotó mi ciclo del km 580.
Una
tarde de invierno, pasé por su casa.
Me detuve.
Me detuve.
Golpee
dos veces.
A la tercera... desistí.
A la tercera... desistí.
Al año nos cruzamos en la calle.
Hablamos.Caminamos.Nos metimos en un bar a tomar algo. Salimos; volvimos a caminar.
¨Una vez me contaste que en la casa de U te mataron
un perro¨, dijo Mauro en algún momento. Sospechabas de tu vecino. Incluso lo describiste.
Cuarenta años, alto, gordo, pálido, amante de los cuchillos. Me hablaste de su madre. Ochenta años; obesa , como el hijo; pero con cara de poronga ¿Por qué sospechaste de él? ¿Tenía alguna razón para matar al cachorro?¨
Cuarenta años, alto, gordo, pálido, amante de los cuchillos. Me hablaste de su madre. Ochenta años; obesa , como el hijo; pero con cara de poronga ¿Por qué sospechaste de él? ¿Tenía alguna razón para matar al cachorro?¨
Como el asunto formaba parte del pasado, sus
preguntas dispararon mis recuerdos.Entonces fue que vi al cachorro.
El círculo negro rodeando su ojo izquierdo en contraste con el blanco del derecho; su hocico, sus ojos perlados, su andar por la casa. La puerta de entrada de ésta.
El vidrio con arabescos biselados; la bañadera, el amplio salón, la habitación repleta de libros; las otras habitaciones, la madre del tipo, el hermano; y Kristinka apoyando su pie izquierdo sobre mi nalga izquierda.
El círculo negro rodeando su ojo izquierdo en contraste con el blanco del derecho; su hocico, sus ojos perlados, su andar por la casa. La puerta de entrada de ésta.
El vidrio con arabescos biselados; la bañadera, el amplio salón, la habitación repleta de libros; las otras habitaciones, la madre del tipo, el hermano; y Kristinka apoyando su pie izquierdo sobre mi nalga izquierda.
¨A lo
mejor te equivocaste. Quizás te pusiste paranoico y pensaste `lo hizo él´.
Esas cosas pasan ¨, añadió sonriendo.
Esas cosas pasan ¨, añadió sonriendo.
Esas
cosas pasan, repetí. El problema es que el perro apareció en el
tacho de basura que estaba en la vereda. Tenía la cabeza separada del cuerpo. Lo degollaron.
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